jueves, 13 de octubre de 2016

Tu paz, la mía, la nuestra...

Por Elena Milián Salaberri
Como de amor, se habla mucho de paz, son conceptos interrelacionados
al punto de depender uno del otro y, si desde los poetas hasta los
filósofos concuerdan en que falta amor, entonces igual suerte corre la
paz.
La palabra proviene del latín pax (pacis), cuyo significado es
"acuerdo, pacto" y alude a un estado de quietud o tranquilidad, a la
ausencia de guerra; pero va a los órdenes individual y social, con
alcances universales.
Si usted me hace el honor de leer mi comentario, sé que ya a la altura
de este párrafo le han venido a la mente las grandes conflagraciones
mundiales y la vida de naciones como Colombia o Siria, por citar
solamente dos ejemplos donde resta aún por hacer en materia de
entender el vocablo en su arista más profunda, la cual lo liga a la
piedad, en un mundo al parecer desprovisto de ese sentimiento.
Mirar hacia la paz con amor y humildad de corazón no está de moda; en
esa filosofía de vida no encajan bien los intereses, de los cuales sí
la humanidad da cuentas hoy, a pesar de existir un Día Mundial de la
Paz ( 21 de septiembre), un Premio Nobel y hasta símbolos como la
paloma con la rama de olivo, el color blanco, el saludo con el dedo
del medio y el índice extendidos y el resto flexionados, o el círculo
con líneas internas, una a la mitad y dos a los costados, popularizado
el siglo anterior por el Movimiento Hippie.
Y es que el asunto tiene un alcance complejo; en mi opinión, del
cultivo, entiéndase del cuidado de la "pacis" individual dependerá en
gran medida la formación de hombres y mujeres aptos para preservarla a
escala social y global.
Si aplicamos el análisis a Cuba, de seguro estaremos de acuerdo en que
sin ánimo de conformismo, estamos en el grupo de los partidarios de la
armonía, ya no únicamente en cuestiones de Estado, sino "entre
compatriotas"; baste pensar en la actitud filantrópica ante los
embates del huracán Matthew.
Por supuesto, insisto en cuánto resta por hacer por el equilibrio, por
la concordia en los hogares, las vecindades, los centros de trabajo,
pues no existe el humano perfecto, pero sí el que aspira a la
perfección en el orden humano, con el respeto como conducta ante la
vida.
Entonces continúa en aumento el listado de palabras imbricadas con la
paz: amor, perdón, humildad, piedad, respeto…y leídas así irradian
toda su belleza de su carga semántica, mientras lo difícil está
ponerlas en práctica de manera que no falte ninguna a la cita de
nuestras vidas cotidianas, de cada responsabilidad por grande o
pequeña que parezca.
De tal modo, no molestaríamos al vecino; el médico, el maestro, la
recepcionista, el delegado, el esposo, la esposa, padres e hijos…, nos
miraríamos a los ojos con ganas de emprender, con la búsqueda de
soluciones por rumbo idóneo.
Como dijera el extraordinario Mahatma Gandhi: "No hay camino para la
paz, la paz es el camino". Entonces, los invito, desde mi modesto
lugar de periodista, a desmitificarla, a sacarla un poco de la poesía,
del lema descontextualizado, de las propuestas mesiánicas, y darle un
rostro humano que luche por parecerse a lo mejor de cada cual. Tal vez
así el mundo también sea mejor.