viernes, 20 de enero de 2017

Aracelio, hombre de una estirpe destinada a desaparecer

Aracelio, hombre de una estirpe destinada a desaparecer
Por Elena Milián Salaberri
A Aracelio Miranda Rivera no lo desvela la certeza de pertenecer a una
casta única en el mundo, con el estigma de desvanecerse al pasar el
tiempo. Por auténtico es feliz en su creencia surgida en Viñales, en
1936, cuando Antonia (Antoñica) Izquierdo, en medio de la
desesperación de ver a un hijo enfermo y sin recursos para atenderlo,
recibió una revelación de la Virgen María: el agua de los manantiales
la sanaría. Así fue; nació entonces la secta de los Acuáticos.
En Machuca, enclave del corazón de la tierra sancristobalense en la
Sierra del Rosario, todos lo conocen. Ha vivido allí la mayor parte de
sus 74 años, desde que sus padres junto a los 11 hijos, se asentaron
en 1955 en el recóndito paraje de fértiles suelos, surcados por el río
Maní Maní y sus arroyos afluentes Mentidero, Las Lágrimas y Camarones,
entre otros.
Conserva una fina hidalguía, aunque por opción acorde a los preceptos
de Antoñica, su criollísima vivienda en medio de una arboleda y al
susurro de un pequeño surtidor, no puede ser más sencilla: el
impecable piso de barro comprimido, las paredes de tabla pintadas de
azul y blanco y los muebles imprescindibles, pese a saberle a
talabartería y ser un emblemático carpintero.
Hacía la siesta cuando periodistas de la televisión y el periódico
llamamos a su puerta, acompañados por el lugareño Eladio Vázquez:
salió con presteza; no hubo reticencias ni mala cara, mientras en las
pequeñas habitaciones se disipaba la voz de su esposa y madre de sus
siete hijos, Vicenta Cejas Izquierdo, descendiente de la fundadora de
la secta, aquella mujer dueña de una filosofía de vida pactada con la
naturaleza.
"¿Quieren saber qué nos distingue? Nosotros no formamos una religión,
pues nos consideramos católicos, celebramos la Navidad y la Semana
Santa; somos una creencia; no nos inscribimos en censos, no firmamos
ni portamos documentos, no consumimos medicamentos ni visitamos
médicos, no vamos a la escuela. En cambio, somos muy libres. A nadie
se expulsa por no cumplir cabalmente los preceptos originales.
" Cuando estamos enfermos nos curamos, por supuesto, con agua fría del
manantial- esa misma con la cual nos bañamos a diario-, bien temprano
en la mañana la recogemos, y la dejamos correr por todo el cuerpo; a
continuación del día nos colocamos compresas mojadas o repetimos el
baño, según sea de serio el malestar.
"Así he rebasado dos neumonías. Sé que ha sido esa enfermedad por el
dolor fuerte en los pulmones y la falta de aire. El agua es bendita
como dijo Antoñica. Incluso conservamos un envase con un poco de agua
consagrada con el ritual que ella dejó dicho y que consiste en rezarle
la oración del Padre Nuestro".
Aracelio no se hizo de rogar y nos llevó al pequeño manantial que rige
sus vidas, un simple riachuelo…! Tan simple y tan poderoso! De regreso
en la casa, nos mostró un sencillo altar con el Sagrado Corazón de
Jesús, flores y dos Biblias: una se la regaló su madre, la otra,
Caridad Diego, la jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité
Central, esta edición con letras ampliadas para facilitarle la
lectura, pues Aracelio ya no ve bien, pero no irá al médico ni
siquiera por los espejuelos.
Confiesa que existen muchos mitos adjudicados a la creencia. "Las
mujeres de nuestra secta no van por sus pies a parir al hospital; sin
embargo, cuando el médico y los vecinos vienen, ellas sin dar un paso
se dejan cargar y no agredimos a nadie para evitarlo. Antes, parían en
la casa asistidas por una comadrona como se hacía siempre en los
campos.
"Nos enseñamos unos otros a leer, escribir, las operaciones
matemáticas y los oficios. Labrar la tierra ya nos viene por herencia,
trabajamos los campos con placer de recibir el fruto de la tierra. Fue
precisamente uno de nosotros, el difunto Leopoldo, quien primero
cultivó piñas en estos suelos; hoy es un cultivo fundamental.
"Agradecemos la electricidad, pero solo tengo refrigerador, pues
aunque muchos de los nuestros tienen otros equipos, yo sigo fiel la
recomendación de no tener radio ni televisor.
"Pero…, los tiempos cambian y no dudo que en el futuro ya esta fe en
las aguas sea cosa del ayer". Lo dijo sin perder la chispa en sus
ojos, mientras quizás repasaba la historia de Antoñica, llevada por la
fuerza por los políticos de la seudorrépublica al hospital de Mazorra.
Ella le hacía competencia a los médicos y sus seguidores no votaban ni
firmaban, precisamente porque una vez fueron engañados: sin saber
leer, les hicieron rubricar unos documentos que eran la expulsión de
sus tierras.
Hoy los llamados "acuáticos" socializan más, incluso algunos mandan a
sus hijos a la escuela; este curso seis de los estudiantes de los dos
centros de enseñanza del nivel primario establecidos en la zona, son
hijos de familias con esa credo.
Hablamos poco tiempo y el recuerdo de Aracelio me quitó el sueño, aun
después del difícil viaje por las entrañas del lomerío. Me resulta
asombroso ver lo simple que es ser feliz y comprobar la existencia de
personas aferradas al pasado, pero con la pasión sabia de preservar
los elementos naturales, porque en Machuca los terrenos son muy
productivos, los cerdos pacen sin cercas ni barreras…y de las 325
personas radicadas en la sitiería, 165 son "acuáticas".
Seguramente cuando el sueño se negaba a mis ojos ya Aracelio y Vicenta
dormían plácidamente, al murmullo del manantial que desde el patio los
acaricia con la antigua promesa de mantenerlos a salvo.