miércoles, 10 de mayo de 2017

Dayolis: una entre tantas

Por Elena Milián Salaberri
Dayolis Gómez anda por el pueblo con total simpleza, no presume ni
teme; pero si uno se fija, de la todavía joven madre destila en grado
sumo una mágica capacidad de amar, y eso la convierte en una mujer
digna de la historia mejor contada.
Si bien traer al mundo a un ser es ya en sí un pacto tácito con la
creación, dar la vida dos veces a la misma persona adquiere aires de
magia. Su hijo Juan Carlos Rodríguez Gómez, hoy con 18 años y
estudiante de una tecnología de la Salud, está ligado a ella por la
fecha del nacimiento, el 16 de diciembre de 1998, y por aquel octubre
de 2002 cuando le donó su riñón izquierdo.
El niño padecía de nefropatía por reflujo (grado cinco), ante lo cual
el trasplante se convirtió en el único modo de evitar la insuficiencia
renal crónica. Dayolis no lo pensó dos veces, y yo me atrevo a
imaginar las ansias de entregarle por segunda vez la oportunidad de
vivir.
Cuando para casi todos, el tiempo ha borrado las tensiones, a ella le
parece ayer el día de la exitosa operación en el Centro de
Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq), y lo vivido luego del
traslado de ella para un hospital de adultos y Juan Carlitos para el
Pediátrico de Centro Habana, le trae siempre la confirmación del amor
de su hijo.
Allí, el pequeño comenzó a tener episodios de hipertensión nunca antes
presentados: los médicos estaban desasosegados, pues en el propio acto
quirúrgico el riñón implantado comenzó a funcionar, como evidencia de
su aceptación. La madre no sabía nada.
Luego de entrevistar a Juan Carlos los especialistas hallaron la causa
de la alta presión sanguínea: había soñado que su mamá moría. ¿La
decisión? Ubicarle una cama a Dayolis junto a su hijo, así volvió esa
paz, la que disfrutan hoy y los hace, a él y a su madre, héroes de
esta historia de genuino amor.
Yo sé que el riñón de Dayolis, la profesora de Educación Física del
Per de San Cristóbal, no era el más compatible; pero sí el más lleno
de amor, ese amor inefable por el cual la mujer prefiere no colocar la
cabeza tranquila en la almohada nunca más, servir, disimular dolores,
guerrear hasta con los malos sueños, por encima de terminar los
estudios, triunfar en una carrera o mantener la figura.
Tampoco es esta la historia mejor narrada acerca de ella y su hijo-hoy
estudiante de una Tecnología de la Salud-, mas llegue con este pasaje
de la vida el elogio a las madres, si, a esas que hemos hecho llorar,
que también quería galletas y las da al hijo cuando queda una, a la
siempre alerta, a la "canguro" capaz de cagar alegrías y dolores toda
la vida, a quien lo volvería a hacer todo dese cero sin pensarlo dos
veces.
¿Cómo retribuir tanto? Simple. Búscala siempre, como hizo Juan Carlos
desde sus sueños de hospital, y sin cansarte, sin cansarte, dile
cuánto la amas: ella será la única que no se cansará de escucharte.