martes, 23 de diciembre de 2014

Crónica de un EDUCADOR

Luisito, Doctor Luis

Por Elena Milián Salaberri

Una hidalguía que no molesta y la risa más cubana de cuantas haya, hacen al Doctor en Pedagogía Luis Ugalde Crespo, dueño de la escasa mezcla de respeto y accesibilidad propia de los grandes genios. Él lo es.

A su puerta llaman desde el más connotado pedagogo al simple pequeñín en busca de soluciones a sus dudas respectivas y, de allí, salen con respuesta convincente; por eso hablar de su erudición reclamaría espacios sin límites. El currículum asombraría a quienes no residen en su San Cristóbal natal, mejor, entonces, hablar de Luisito por dentro.

Nunca estuvo ajeno al dolor humano, ni cuando jugaba entre los sacos de la bodega de su difunto padre, un acaudalado vasco, de quien heredó la fortuna de su gran corazón, ni ahora que lo buscan para enrumbar una apremiante tesis de grado o para consultarle qué hay con el clima y entonces sale a la calle y le desentraña al cielo todo cuánto habrá, como buen geógrafo que es.

Son ya 68 sus años; sin embargo el brillo de sus ojos de un negror ardiente en comunión con mente sagaz y figura ágil, disimulan la larga historia del niño que fue, ese capaz de llegar al preuniversitario de Artemisa con solo once años de edad, previa anuencia del ministro de educación en los años de la Revolución naciente. A partir del bachillerato, desanduvo una vida de leyenda.

Sorteador de un amor filial sin fisuras, la marina de guerra lo acogió en el primer llamado al Servicio Militar, el fusil cedió paso a su anhelo de aprender el bíblico oficio de carpintero y encofrando una construcción, lo sorprendió la convocatoria juvenil al magisterio. Quedaría relegado su sueño de ser médico, ante el apremio de las almas de despojarse de la ignorancia.

Maestro y profesor de secundaria, internacionalista en Angola asesor en Perú, metodólogo, fueron misiones que alternó en diversos sitios; incluso ocupó responsabilidades profesionales en la Asamblea del Poder Popular en San Cristóbal, únicamente relegadas por su pasión a la pedagogía.

La historia de los Círculos Infantiles no se puede escribir sin su contribución, junto a Gina, la esposa del Comandante Julio Camacho, tampoco el perfeccionamiento de la educción en la montaña. En el Instituto Pedagógico Rafael María de Mendive, de Pinar del Río, se tornó indispensable, y ya máster y doctor, integró el departamento de dirección del Enrique José Varona, en la capital.

Jubilado, no retirado, integra hoy el Departamento de Organización, Planificación e Información (DOPI), en la Universidad de Artemisa, por donde se desliza raudo entre sus afanes de profesor titular, de impacto en la enseñanza de postgrado y sus aportes a las ciencias de la educación.

Acaba de recibir el Premio Pedagogía 2014, conferido por la filial provincial de la Asociación de Pedagogos de Cuba y aún el Doctor Luis Ugalde,  insatisfecho se levanta cada mañana, libros al hombro, como si tuviera alguna deuda con la sabiduría, sin reconocerse dueño de todos los aciertos.

  

 

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