martes, 6 de enero de 2015

Cualquier día martes, mi martes


Cuido la casa de una amiga. Serán dos meses a cargo y me esmero. Como cada martes amanezco algo cansada por el trabajo intenso de los lunes, día de cierre del periódico- semanario en que trabajo.

Otras veces duermo un poquito más; me doy ese lujo. Sin embargo, esperaba la visita de mis colegas que se afanan en buscar, en las cercanías de mi pueblo,  un lugar apropiado para festejar el cuarto aniversario de nuestra publicación.

Llegaron un poco tarde y el café no faltó. Eran cuatro, mas parecían multitud, por los temas y la satisfacción del último número de el artemiseño, aún fresco en sus manos. Me obsequiaron un ejemplar: significó una joya tras el denuedo conjunto de ayer.

Mi hijo, nuestros afectos, fueron tópicos recurrentes, hasta llegar a mi nieto, que se lleva "las palmas" en mi oratoria. Al parecer, me oyen satisfechos como preparando el alma para hacerse un día abuelos.

Al marcharse, los pasos me llevaron a la vecina de los altos, una típica cubana, de chispa incesante y café en mano para compartir sueños y proyectos.

Apuré el almuerzo y heme aquí, en la casa materna, llevándoles el recuerdo de un martes, en el cual coordiné el próximo reportaje al Servicio de Cuidados Intensivos Pediátricos, del hospital de San Cristóbal, donde Jorge Enrique Padrón Álvarez, un doctor amigo y padrino de mi nieto, junto a su colectivo, amasa la maravilla de devolver vidas, con su talento y gracias a Dios.

Pronto regresaré a la protección de la casa de Mela, mi amiga y casi familia, resguardada por el sosiego de las tardes cubanas, entre añoranzas y saludos de los pobladores de un pueblo, con la magia de tener gente vivaz.

Es hermoso vivir. Un poeta hacía loas al misterio de " …salvarse del naufragio de no existir…"

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su opinión cuenta...