viernes, 4 de marzo de 2016

Casa y trabajo, ¿iguales?

Por Elena Milián Salaberri
Más de un tercio de las 24 horas del día de las personas vinculadas
laboralmente transcurre en el trabajo: el comportamiento allí revela
mucho de nuestra conducta y favorece o deteriora la identidad e imagen
corporativas, es decir de nuestros centros.
¿Somos unos en la casa y otros cuando andamos de faena o en asuntos
personales? La pregunta me asalta al pensar en lo fácil que resulta el
simple acto de pedir permiso para pasar mientras se limpia un pasillo
o en descargar el baño sanitario que no pocas veces queda en el
olvido, en contraste con el celo por la limpieza de nuestros hogares.
"Si eres así fuera, entonces demuestras los hábitos domésticos", reza
el refranero popular pero, lamentablemente ocurre, y mucho, lo
paradójico: dejamos enseñorear la desidia, como si la propiedad social
fuera un concepto desvanecido capaz de resumirse en que lo
perteneciente a todos es de nadie.
Y no resultan imprescindibles estudios profundos para explicar tales
conductas, proliferantes incluso en sectores emergentes de la
economía donde el confort es característico, mientras entidades de
menos competencia económica exhiben resultados impecables.
¿No ha visitado usted una tienda desordenada y hasta polvorienta o con
mal gusto en el porte de las mercancías?; se contraponen, pequeñas
aulitas multigrados de montañas rebosantes de buen gusto y sin alardes
materiales, por citar solo un ejemplo.
Y es que los buenos hábitos no vienen en cofres, sino se cultivan
desde la cuna: el saludo, la responsabilidad, el respeto, la
solidaridad, esa de la cual nos ufanamos, pero que olvidamos con la
cotidianidad cuando no somos capaces de batir el desánimo para visitar
al compañero enfermo.
Son apenas ideas de cuánto se puede hacer por la hidalguía del lugar
que consume nuestro mayor tiempo activos. Por supuesto, el actuar
correcto no únicamente depende del acerbo; también incluye la
necesaria motivación: el factor salarial resulta insuficiente en ese
plano en casi todos los sectores, mas la fuerza del ejemplo y de la
"buena vibra" son superiores a lo material.
De modo que, lograr el equilibrio de comportamientos hogareño y
laboral, denotaría la abundancia espiritual de cualquier colectivo e
individuo, y sentaría bases para una historicidad empresarial
indestructible, más allá de lo que pueden enaltecer vistosas
instalaciones, marcas y uniformes.
¡Ah!, la manera de llevar algunos uniformes públicos… tema perfecto
para otro comentario. En este, lo invito a mirar a su alrededor desde
su taller, su oficina, el surco o el vehículo de transporte, y a
preguntarse: ¿le pongo ganas a estas horas de mi vida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su opinión cuenta...