miércoles, 18 de febrero de 2015

Un día para recordar


Todo comenzó 28 años atrás: era un 18 de febrero soleado; pero con visos de un invierno fuerte. El suceso más trascendental de mi vida- mi obra de arte-, llegó rápido, fácil, mágico, como después ha transcurrido todo para David, mi hijo, no porque las circunstancias fueran extraordinariamente positivas en su entorno material sino porque él tiene la peculiar característica de impregnar de optimismo cuanto hace y mira.
Tuvo una niñez de escaseces materiales en la Cuba del llamado periodo especial, superado con la ayuda de Dios-sí Dios también forma parte de lo cubano, y con cuotas inconmensurables de esfuerzo y amor por parte de cada individuo.
Nunca lo escuché quejarse de que en las noches le diera un vaso de azúcar con hielo, un manjar que David se inventó para irse a la cama dulce, tan dulce como son sus ojos sin par.
Los años de escuela primaria, de secundaria, el preuniversitario cursado en un instituto vocacional, junto a cientos de muchachos talentosos, el Servicio Militar de un año en la Unidad conocida por "Vaca Muerta"; luego la Universidad de Ciencias Informáticas, sitio del cual salió titulado de ingeniero y con su gran amor, la Mayte.
Para entonces hacía rato que ya la gente del pueblo no me llamaba por mi nombre, muchos ni siquiera sabían que soy periodista; sin embargo, me decían: " mamá de David, mamá de Davis", cuando querían saludarme.
Tras Mayte, se fue a vivir a Ciego de Ávila, una provincia del centro de la Isla, a unas 8 horas de viaje desde nuestro municipio de San Cristóbal en el occidente cubano. Más tarde, junto a ella y su familia, vino a vivir a La Habana, y en cada centro de trabajo dejó un halo de responsabilidad que sorprende a sus excolegas del colegio, para quienes era imposible tanta madurez después de tantas picardías en la época de estudiante.
Como muchos humanos, de Cuba y el resto del mundo, lo llamó la migración, un fenómeno inherente al hombre que para los hijos de esta tierra insular ha adquirido disímiles lecturas.
Atrás quedaron Mayte y un hermoso niño, fruto de ese amor casi de leyenda. Hernán David, más simpático que su papá, y la perspectiva de unirse enrumba los propósitos de mi hijo, que un día como hoy anduviera y anda- porque los lleva en el alma- rodeado de amigos festejando la vida.
Hoy es nuestro primer 18 de febrero separados; nada de traumas ni dramas: Cuba siempre ha sido tierra de tránsito, como isla que es, y el mundo se hizo para andarlo, como decía mi bisabuela para evadir la nostalgia de su España dejada.
De hecho, hoy al mirarme al espejo creí ver a aquella jovencita que, minutos antes de salir para el salón de partos, observé reflejada; pero no, el tiempo ha pasado y solo permanece el honor que siento cuando todavía me llaman en el pueblo " mamá de David".


  

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