martes, 18 de agosto de 2015

Observación de cocodrilos, aventura para el verano

La observación del cocodrilo americano (Crocodylus acutus) en el criadero del área protegida de Sabanalamar, en la localidad pinareña de Guane, atrae a las familias de veraneantes que acuden a las playas de esa zona de la costa sur.

   Despachos de prensa confirman como opciones principales en ese reservorio  la contemplación de los ejemplares, capaces de alcanzar hasta seis metros de longitud y la posibilidad de degustar refrigerios, muy bien acogidos por los visitantes a los frecuentados litorales de Boca de Galafre y Bailén.

   El criadero, perteneciente a la Unidad Empresarial de Base de Flora y Fauna, oferta recorridos guiados por especialistas capacitados para explicar las características del reptil , en peligro de extinción, la cual se reproduce en el centro en condiciones de cautiverio.

    Fotografiar al más grande de las cuatro especies de cocodrilos existentes en el continente americano, se ha convertido . en atractivo especial este periodo de vacaciones, aseguran vacacionistas como Drisnelys Méndez.

   La joven indicó que esta variante conjuga la recreación con el aprendizaje científico, en tanto hace inolvidable lo que hasta ahora era una visita común a la playa.

   Documentos de la entidad científica precisan en casi mil el número de animales resguardados en  Sabanalamar, uno de los ocho criaderos dedicados a la reproducción del cocodrilo americano, muy codiciado por la calidad de su piel y carne.

    Este reptil, oriundo de las extensas zonas situadas ,desde Brasil l a la península de la Florida, crece  en ese paraje del noroeste del archipiélago, famoso por albergar además un bosque sobre arenas blancas, único de su tipo en Cuba y abundante vegetación terrestre y acuática.

Invita el poniente cubano

Inusual belleza paisajística, abrigo de especies exóticas de flora y fauna, paraíso cavernario y cuna de leyendas insólitas capaces de resistir incólumes el paso de los siglos, atraen en la Reserva la Biosfera Península de Guanahacabibes, que guarda el sol de Cuba.

   El istmo pinareño, extremo occidental de la Isla, recibió esa categoría que confiere la UNESCO, en 1987, bajo cuya égida 121 mil 572 hectáreas son escenario de programas conservacionistas, promovidos por el estado mediante el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), e instituciones afines.

   A pocas horas del inicio de la Cumbre Río+20, signada por la incertidumbre de la sostenibilidad del desarrollo humano en el planeta a causa de la expoliación capitalista de la naturaleza, este sitio casi virginal parece cosa de ficción.

   El Parque Nacional Guanahacabibes, que contiene dos Reservas Naturales: Cabo Corrientes y El Veral, es el eje central de la reserva , apartada región donde apenas habita el hombre.

   Allí  se reportan  172 especies de aves, 11 de las cuales son endémicas y 84 migratorias, y conviven venados, jutías, iguanas, y desovan varias  especies de tortugas marinas y quelonios en peligro de extinción a escala mundial.

   Sin dudas, opinan científicos, la observación de la avifauna es de los principales atractivos del lugar, apreciado como gran corredor de aves, el cual recibe en invierno a más de 50 géneros llegados a través de la ruta del Mississippi para evadir los rigores del clima, sin descontar a los ejemplares endémicos y residentes.

   Por ejemplo, los bosques del área dan refugio a nueve de las 22 especies de aves autóctonas de la Isla: la paloma perdiz, el sijú platanero, el zunzuncito, el tocororo, la pedorrera, el carpintero verde, el Juan chiví, la chillona y el totí.

    Su excepcional naturaleza incluye zonas de territorio marino, caracterizado por poseer suelos rocosos de origen cársico y la formación propia conocida por diente de perro, así como fondos de excepcional riqueza coralina, especialmente sitos en María la Gorda, Centro Internacional de Buceo.

  Sobresalen también, por sus singulares valores los farallones, que se levantan a unos 20 metros sobre el nivel del mar, y son muy peculiares las numerosas playas de arenas blancas, caletas y caletones,  mientras en otros puntos descuellan las plazas pantanosas con abundantes lagunas y manglares.

   Las zonas paisajísticas le confieren lugar relevante a escala local, regional y mundial, según especialistas del Centro Nacional de Áreas Protegidas.

   Además de manglares, herbazales de ciénaga y vegetación de costa arenosa y rocosa, predominan allí  los bosques semideciduos y siempre verdes, con cientos de especies de plantas superiores, entre ellas, 14 de la flora endémica local.

   Guanahacabibes alberga aparte de las aves, jutías y reptiles, variada fauna, en muchos casos especies endémicas restringidas a la península: la rana Eleutherodactylus guanahacabibe, la lagartija Anolis quadriocellifer y una serpiente, la Antillophis Andrea peninsulae.

   En este accidentado terreno se registran variedad  de murciélagos, resultando de especial interés el mariposa (Natalus lepidus), considerado entre los más pequeños del mundo; el macho pesa solo de 2-3 gramos, precisan fuentes documentales especializadas.

   La población humana está concentrada en el poblado de la Bajada; habitan el istmo alrededor de mil 146 pobladores quienes se emplean mayormente en las labores forestales, avícolas y ganaderas, también en la siembra del tabaco y otros cultivos menores.

    Su gran riqueza cavernaria, manifiesta en varias decenas de cuevas alberga toda la historia  arqueológica con residuarios aborígenes, combinada con legendarios mitos de tesoros ocultos en las grutas desde la época del corso y la piratería en el Caribe, leyendas que subsisten en la tradición oral de la zona. ( Por Elena Milián Salaberri) 

 

martes, 4 de agosto de 2015

Estudian impacto de la flora y la fauna en el habla popular

 Más de 130 voces y expresiones de la flora y la fauna nacionales se emplean en el habla popular con otros significados, según estudio hecho en la localidad artemiseña de San Cristóbal, válido para toda Cuba.

   El biólogo, escritor  y poeta Arturo Márquez, encuestó a 700 personas, gran parte profesionales, en investigación que reafirma al argot como ejercicio colectivo de búsqueda artística, distinto de la vulgaridad.

   Aunque el mundo vegetal salió bien representado, predominaron los vocablos relacionados con los animales, por estar más identificados con el hombre en cuanto a rasgos comparativos y costumbres.

   En Cuba es anguila la persona escurridiza; bibijagua, el laborioso; el erizo es sinónimo de huraño; gallina de cobarde o mujer medio tiempo; gusano, de contrarrevolucionario; sapo de impertinente y la tiñosa denota un asunto imprevisto o molesto.

   Mientras, la caña, alude al peso o unidad monetaria; el coco a la cabeza; la guayaba al embuste; el mango a la belleza femenina y masculina; el llantén indica jeremiadas y el berro, enfado.

   Son estos apenas unos pocos ejemplos del uso de esas acepciones metafóricas en el país, reflejo de la imbricación cultura-naturaleza, que demandan conocerse para evitar disgustos cuando se le diga "mula" a una mujer voluptuosa.

  Muestra del alcance del habla popular, es su reflejo en la literatura, por ejemplo en  La Odilea, de Francisco Cofre, obra calificada por Mario Benedetti como la apoteosis de la mejor gracia dialectal cubana.