Inusual belleza paisajística, abrigo de especies exóticas de flora y fauna, paraíso cavernario y cuna de leyendas insólitas capaces de resistir incólumes el paso de los siglos, atraen en la Reserva la Biosfera Península de Guanahacabibes, que guarda el sol de Cuba.
El istmo pinareño, extremo occidental de la Isla, recibió esa categoría que confiere la UNESCO, en 1987, bajo cuya égida 121 mil 572 hectáreas son escenario de programas conservacionistas, promovidos por el estado mediante el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), e instituciones afines.
A pocas horas del inicio de la Cumbre Río+20, signada por la incertidumbre de la sostenibilidad del desarrollo humano en el planeta a causa de la expoliación capitalista de la naturaleza, este sitio casi virginal parece cosa de ficción.
El Parque Nacional Guanahacabibes, que contiene dos Reservas Naturales: Cabo Corrientes y El Veral, es el eje central de la reserva , apartada región donde apenas habita el hombre.
Allí se reportan 172 especies de aves, 11 de las cuales son endémicas y 84 migratorias, y conviven venados, jutías, iguanas, y desovan varias especies de tortugas marinas y quelonios en peligro de extinción a escala mundial.
Sin dudas, opinan científicos, la observación de la avifauna es de los principales atractivos del lugar, apreciado como gran corredor de aves, el cual recibe en invierno a más de 50 géneros llegados a través de la ruta del Mississippi para evadir los rigores del clima, sin descontar a los ejemplares endémicos y residentes.
Por ejemplo, los bosques del área dan refugio a nueve de las 22 especies de aves autóctonas de la Isla: la paloma perdiz, el sijú platanero, el zunzuncito, el tocororo, la pedorrera, el carpintero verde, el Juan chiví, la chillona y el totí.
Su excepcional naturaleza incluye zonas de territorio marino, caracterizado por poseer suelos rocosos de origen cársico y la formación propia conocida por diente de perro, así como fondos de excepcional riqueza coralina, especialmente sitos en María la Gorda, Centro Internacional de Buceo.
Sobresalen también, por sus singulares valores los farallones, que se levantan a unos 20 metros sobre el nivel del mar, y son muy peculiares las numerosas playas de arenas blancas, caletas y caletones, mientras en otros puntos descuellan las plazas pantanosas con abundantes lagunas y manglares.
Las zonas paisajísticas le confieren lugar relevante a escala local, regional y mundial, según especialistas del Centro Nacional de Áreas Protegidas.
Además de manglares, herbazales de ciénaga y vegetación de costa arenosa y rocosa, predominan allí los bosques semideciduos y siempre verdes, con cientos de especies de plantas superiores, entre ellas, 14 de la flora endémica local.
Guanahacabibes alberga aparte de las aves, jutías y reptiles, variada fauna, en muchos casos especies endémicas restringidas a la península: la rana Eleutherodactylus guanahacabibe, la lagartija Anolis quadriocellifer y una serpiente, la Antillophis Andrea peninsulae.
En este accidentado terreno se registran variedad de murciélagos, resultando de especial interés el mariposa (Natalus lepidus), considerado entre los más pequeños del mundo; el macho pesa solo de 2-3 gramos, precisan fuentes documentales especializadas.
La población humana está concentrada en el poblado de la Bajada; habitan el istmo alrededor de mil 146 pobladores quienes se emplean mayormente en las labores forestales, avícolas y ganaderas, también en la siembra del tabaco y otros cultivos menores.
Su gran riqueza cavernaria, manifiesta en varias decenas de cuevas alberga toda la historia arqueológica con residuarios aborígenes, combinada con legendarios mitos de tesoros ocultos en las grutas desde la época del corso y la piratería en el Caribe, leyendas que subsisten en la tradición oral de la zona. ( Por Elena Milián Salaberri)
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