martes, 7 de abril de 2015

Prefiero contarlo aquí


Defender la verdad o robarla, es algo que todos, al menos una vez hemos hecho. Es parte de la naturaleza humana recordar con acciones cuánto de barro nos moldea.
Ejemplos pululan por las páginas de las historias sociales e individuales, de los famosos y de los desconocidos; sin embargo, a tono con la intención renovada de mi blog de ir a lo interno de las cotidianidades, les comparto una anécdota de alguien que defendió un día mi verdad y,en otra oportunidad me la usurpó.
Luis y yo estudiamos juntos durante los cuatro primeros cursos de la carrera de Periodismo: luego, yo me decidí por la inefable maternidad y terminé estudios más tarde.
Era un turno de Literatura General; Julián Ramil se afanó en aquel seminario en desandar los destellos Homéricos y lanzó la flecha hacia Criseida y Briseida y cuál de las dos sería la más amada por Agamenón. Unos apostaban por la Cris y otros, pues por la Bris, y se me ocurre, guiada por mi sed de duda ancestral, decir que no amaba a ninguna de las dos.
El profesor coincidió conmigo y, vi a mi amigo Luis emocionarse al punto del delirio que luego lo convertiría en un escritor para tener en cuenta.
La sorpresa fatal fue que, al término de la jornada, Ramil me evaluó con tres puntos, el mínimo; entonces, Luis- adarga en mano- se plantó y le reclamó al prefesor mi nota, pues yo planeaba retirarme callada.Resultó una defensa de la verdad.
El mismo Luis y yo, por sugerencia mía, que acostumbraba esperar el ómnibus 216 en la esquina de 21 y G en El Vedado, frente a la casa de la hermana de Silvio Rodríguez, donde el poeta y cantor almorzaba, decidimos abordarlo para realizar una tarea orientada por la Doctora Evangelina Ortega.
Se nos preguntaba acerca del concepto de poesía y…quién mejor que Silvio para explicarlo. Invité a Luis, recuerdo que cuando partimos rumbo al bardo, la cremallera de mi jean se negó a cerrar y fuí durante todo el trayecto en el duro batallar contra el exhibicionismo.
Llegamos, Silvio fue solícito, Luis le habló y yo contemplaba anonadada, mientras el trovador de leyenda me elogió parafraseando: "poesía eres tú", y agregó sabidurías al halago.
Causamos sensación en el aula al leer el resultado del trabajo independiente. Fuimos felices.
Pasó el tiempo, las cosas, los éxodos, las distancias…y me encuentro con Luis una tarde, casi noche, en su casa de Herradura adonde suele venir de paso. Allí me contó la anécdota y ufano me narró cómo él indagó el lugar donde Silvio almorzaba y me había invitado a mí a la tarea de entrevistarlo.
Se apropió de una verdad, la hizo a su manera bella de narrar las cosas. Así recordé que una vez defendió mi verdad y, otra, se apoderó de ella.
No lo quiero menos por eso, al contrario, creo que me conoce lo suficiente como para saber de mi escasa vanidad y apostó por lucirse con una verdad que yo nunca le reclamaría.    

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