martes, 9 de junio de 2015

En sus manos... el reto de los textos

Con el privilegio de cuidar a personajes de la realidad y la ficción, a épocas que se validan o niegan, los bibliotecarios gozan de un mágico estatus de poder, en un mundo donde en los últimos 30 años se ha generado más información que en los 500 anteriores.

Los 134 integrantes de la Filial de la Asociación Cubana de Bibliotecarios en Artemisa, herederos de una profesión milenaria en el mundo, saben de desafíos, no solo del que implica la imprescindible capacitación en las ciencias de la informática, sino aquel de seducir al público a no claudicar el amor al libro impreso.

Tal vez quedan fuera del listado, profesionales ya jubilados u otros en ejercicios en diversos sectores, pero todos me darán la razón si digo que no es ni en asomo sosegada su labor, mantenida con mucho empeño en años de crisis en los cuales el deficiente el estado constructivo de no pocas bibliotecas ha desvelado al gremio.

Si escucho hablar a Maricela Corvo, presidenta de esa filial, o a Lissy Sendín, especialista principal en la dirección provincial de Cultura, tengo la certeza de la pasión viva  y reclamo entonces sostener a la biblioteca en el nivel prioritario que ganó.

Sin esas instituciones no tendría el mundo pasado ni futuro, decía un poeta; se me ocurre entonces que son los mujeres y hombres de las bibliotecas hacedores de tiempos, en el caso de Cuba inspirados en el arrojo de Antonio Bachiller y Morales, insigne bibliógrafo cubano, nacido el 7 de junio de 1812, fecha dedicada oficialmente hace varias  a la bibliotecología nacional.

Entre sueños de difusión de cultura, les toca también poner encanto en la atención al público; entonces recuerdo la jocosa clasificación de los usuarios y acciones estresantes hecha por un anónimo bibliotecario español.

Citaba a los que no respetan los plazos de préstamo y te devuelven los libros o cualquier material en pésimas condiciones o incluso los pierden, a quienes se quejan por no recibir atención justo al momento, o al que trata de "mentiroso" al bibliotecario porque dice haber devuelto un libro, cuando no es así o ha habido algún tipo de fallo.

A ello suma los proyectos de actividades frustradas, la falta de conectividad, largas colas en el mostrador, la atención en varias áreas o el cliente que exige hallas leído todos los libros o memorices los colores de la portada, por ejemplo: " por favor, ese libro que era azul y tenía las letras doradas… quisiera llevármelo de nuevo".

Así, ni serena ni monótona, la vida del bibliotecario vence los retos del tiempo, con esa dosis de buen amor que nos hace volver siempre, a voltear las hojas.

 

 

 

 

     

 

 

 

 

 

 

 


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