martes, 10 de marzo de 2015

El pregonero, una figura que nos fue ajena


¡Flores!, ¡pan caliente!, ¡veneno para cucarachas, ratones, chocolate! Las frases a voz en cuello reaparecieron en Cuba, a partir de la apertura paulatina hacia una economía doméstica más laxa, en el entorno de los años más difíciles de la depresión conocida como Período Especial.

Luego de décadas de silencio comercial, circunscrito a los centros estatales, quienes nacimos después de la Revolución, no teníamos el oído entrenado y, créanme, en lo personal los pregones herían mis oídos, la memoria de mi vida anterior, hasta que acabé por acostumbrarme, cosa fácil para el cubano, según confirman estudios sociológicos reveladores de la capacidad nacional de reír aún en situaciones extremas.

Para las generaciones pre- revolucionarias fueron una caricia al olvido, y los nacidos en los años 90 del siglo anterior, pues crecieron colgados al compás del pregonero.

A veces no te dejan dormir, interrumpen el trabajo; pero uno los echa de menos, incluso a esos que te hacen dudar si comes veneno para ratas o chocolate.

Mi nieto Hernán David, desde la inocencia de su añito de vida, suele contestarles: "vaaaa" a todos los que pasan cerca de su barriada en Santa Amalia, remanso capitalino de múltiples lecturas; por tanto, de no pocos pregones.

Nada que ponerle voz a la economía doméstica- que ya se crece en categoría oficial-, ha sido pintoresco, y no concibo las tardes sin el llamado al "¡pan saladooooo!", y hasta extraño cuando no pasa aquel que te invita a venderle "un pedacito de oro".

Unos más originales, otros menos, los pregoneros reaparecieron en Cuba y se me antojan los más versátiles del mundo en cuanto a ofertas, si bien rechazo algo el eco de un hermoso villancico Navideño para anunciar helados.

Caribe que enciende la garganta, este archipiélago musical, añade bulla no solo al dominó, sino a las alternativas económicas llamadas emergentes, mediante las que unos ganan el sustento, otros se complacen o palidecen con los precios, pero todos sacamos a relucir la necesidad de derribar barreras con el sonoro espectáculo de un pregón criollo.  

 

 

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