miércoles, 29 de julio de 2015

“La chaveta al suelo…jamás”

Cuando se degusta un puro entran en una especie de trance los sentidos, del gusto al olfato, del tacto a la vista y…cómo no, al oído, porque los más soñadores perciben entre sus manos las caricias de la voz de los lectores de tabaquería, afanados en su cubano oficio desde 1865.
Felicia Domínguez Bocourt, lo sabe y por eso, con un orgullo que no molesta, se apresta cada día a leer ante la galera de torcedores de la Fábrica de Tabacos El vizcaíno, del municipio de Candelaria. Lo hace con la presteza de casi 17 años de experiencia en la faena.
"Si bien me sentí muy nerviosa el primer día, ahí jamás me han tirado la chaveta al piso, como es tradición cuando están inconformes con el desempeño del lector".
Mulata como el tabaco y con la elegancia de un habano, esta mujer se debate con un equipo de audio algo deficiente, actúa, elige textos, y defiende las rutinas del sector en una fábrica al abrigo mayoritario de una juventud que también se aferra a la leyenda del tabaco en Cuba.
Sentada en una tribuna de madera frente a un micrófono, Felicia lee ,en tres turnos de media hora, la prensa- favorita del auditorio- u otros documentos, previamente elegidos de común acuerdo con los obreros que, entre tanto, cortan, escogen, despalillan y tuercen con destreza las hojas del exquisito puro.

Ella es uno de los casi 300 lectores de tabaquerías que cultivan y entretienen a los torcedores en las fábricas del país, tradición vigente desde hace 150 años, propuesta a la UNESCO como patrimonio oral e intangible de la humanidad.

A Felicia la apuntala su experiencia anterior de cuadro de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), en esta suerte de "actuación" diaria, durante la singular actividad surgida en 1865 en una fábrica de La Habana para distraer a los trabajadores en su jornada.
La peculiar labor, durante un siglo fue pagada por los mismos operarios, se extendió rápidamente y llegó incluso a promover luchas sociales; así consta en la historia recogida en el Museo del Tabaco. Ella lo sabe, como suelen conocer cada secreto los trabajadores de un gremio que gozó de la confianza de José Martí en la preparación de la definitiva epopeya emancipadora del yugo español.
Es conocido que hoy dos de las marcas de habanos de mayor demanda en el mercado mundial, como Montecristo, y Romeo y Julieta, derivan sus nombres de la especial relación establecida por los lectores de tabaquería entre los torcedores y los autores de aquellas obras: Alejandro Dumas y William Shakespeare, lo cual tampoco escapó al ingenio de los propietarios de talleres al escoger un símbolo del mayor prestigio para su producto.
Ese es uno de los misterios más sugestivos de los puros, esa relación culta, elevada y espiritual, que asocia el disfrute de la lectura o la apreciación visual de envases ricamente ilustrados con el placer de sentirse invadido por los aromas del tabaco y sus embriagantes efectos, tal vez con la misma sensación de éxtasis que pudieron apreciar en los pobladores aborígenes de la isla, los primeros exploradores europeos enviados por Cristóbal Colón.
Los obreros, afirma Felicia, tienen una relación y comunicación particular con los lectores: se ríen, corrigen, comentan. Y el veredicto es contundente: un golpe sobre la mesa con la chaveta aprueba cada lectura, tirarla al suelo es la absoluta reprobación.

La lectora se sabe estandarte de un oficio sin igual en el mundo, por eso desanda el estrado, se hace una con él. Adora y vive su trabajo. La chaveta le dice "sí" desde hace casi dos décadas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su opinión cuenta...